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La presencia de africanos esclavizados durante la época colonial en El Salvador y la influencia cultural y genética de los afro descendientes en este país, son temas que hasta recientemente han sido retomados y visibilizados. Al igual que en gran parte del Istmo Centroamericano la construcción de los estados nacionales se basó en ideas de mestizaje que únicamente incluían lo indígena y lo europeo, obviando el componente africano. Sin embargo, el piloto Andrés Niño estuvo acompañado por africanos desde el primer reconocimiento de El Salvador en 1522. En 1524, Pedro de Alvarado igualmente los lleva durante la campaña de conquista del actual territorio salvadoreño. Para la segunda mitad del siglo XVI e inicios del siglo XVII se podía encontrar a africanos, de confianza de sus amos, vendiendo golosinas, queso y carne en los mercados de los parajes de los Izalcos, trabajando en las haciendas de las minas de San Miguel, y en las haciendas ganaderas de San Salvador, Zacatecoluca y Usulután. Hacia el siglo XVIII, además, se fueron integrando en otros sectores, como los obrajes para la producción de tinta de añil de San Miguel y San Vicente y los ingenios de hierro de Metapán.

Los levantamientos de africanos esclavizados acompañaron esta fase de la historia colonial y representaron luchas por la supervivencia y la libertad. En diciembre de 1624 ocurrió una de las rebeliones más grandes de la historia de Centroamérica, en los confines del río Lempa en el Marquesado. Las personas esclavizadas de las haciendas y obrajes de Zacatecoluca y Apasteque estuvieron huyendo de sus dueños por un periodo de cinco años, hasta conformar grupos de unas cien personas llamadas “juntas”, en las cuales los recién llegados luchaban activamente contra la esclavitud. Este levantamiento fue aplacado en la Semana Santa de 1625 con la ayuda de una milicia armada. Otro importante levantamiento ocurrió en 1720 en el barrio de La Vega, al sur de la ciudad de San Salvador, cuando al menos doscientos mulatos y negros protestaron y se negaron a pagar el Real Tributo, o Naborío impuesto por la Corona Española. Este alzamiento ocurrió en un momento en que la población sansalvadoreña se encontraba bastante empobrecida, producto de las pérdidas ocasionadas por el terremoto de 1719.

Con el paso del tiempo la población esclavizada fue reduciéndose en número, mientras que la población libre aumentaba, producto de la manumisión, el nacimiento libre y el mestizaje. Durante los siglos XVII y XVIII muchos de los mulatos libres, afro mestizos, y sus descendientes llegaron a ser propietarios de haciendas añileras, comercios, u otros oficios. Asimismo, empezaron a emerger barrios de mulatos y pardos, como lo fue el caso del pueblo de San Francisco Tacuzcalco, y el barrio El Ángel en la ciudad de la Trinidad de Sonsonate. El sistema de esclavitud, que ya se encontraba en declive para el siglo XVIII, finalizó definitivamente el 17 de abril de 1824 tras iniciativas abolicionistas lideradas por José Simeón Cañas desde diciembre de 1823.

Producción de añil

Con el declive en la rentabilidad de la producción de cacao en los Izalcos se empieza a desarrollar el cultivo de xiquilite del cual se extrae la tinta de añil. A partir del siglo XVII y hasta el siglo XIX, la tinta de añil se estableció como la base económica de la élite salvadoreña, pues era el principal producto de exportación y de mayor valor durante la época colonial, al punto que fue conocido como “oro azul”. Entre 1580 y 1620 docenas de obrajes para añil fueron establecidos en el actual territorio salvadoreño, especialmente en las haciendas de tinta de la Alcaldía Mayor de San Salvador y sus jurisdicciones en San Miguel y San Vicente. A partir de este momento, gran parte de la población africana que llegaba a San Salvador era destinada a las haciendas de añil. La concentración e incremento de africanos en las añileras se debe, por un lado, al descenso demográfico de la población indígena, y por otro lado, al incremento del abastecimiento de personas esclavizadas mediante los asientos otorgados por la Corona Española a varios importantes mercaderes portugueses a partir de 1595.

La importancia de la mano de obra africana en la producción de tinta de xiquilite queda plasmada en la Cédula Real de 1563, en la cual se propone que fuesen negros quienes trabajasen en esa actividad, en lugar de los indígenas. Para 1620 se contaba con más de doscientos obrajes para la producción de añil en las vecindades de la provincia de San Salvador. En 1622 el alférez mayor de la ciudad de San Salvador, Juan Ibandéz, era dueño de las haciendas “San Andrés” y “Talcualoya”, dedicadas al obraje de añil, en las cuales tenía veinticinco trabajadores esclavizados de ascendencia africana. Doce de los catorce hombres registrados provenían de África: siete angolas, un congo, tres biafaras y un casanga. Más tarde, el Sr. Don Agustín Ponce de León, procurador General de la Ciudad de Guatemala y sus Provincias, solicitó mediante una carta del Cabildo de la ciudad de Guatemala, con fecha del 23 de setiembre de 1664, que las embarcaciones que transportaban personas esclavizadas extendieran su ruta hasta el puesto de Honduras, pues se necesitaban por lo menos dos mil personas para trabajos de añil.

Hacia 1750 los precios del añil se multiplicaron, convirtiéndose en la actividad económica fundamental del Reino de Guatemala, la cual dependía fundamentalmente de la mano de obra africana. A mediados del siglo XVIII San Salvador contaba al menos con seiscientos obrajes para la producción de la tinta de añil.

Milicias de mulatos

La formación de milicias de negros y mulatos libres fue fundamental en San Salvador y Sonsonate, para apaciguar rebeliones de personas esclavizadas, así como para la defensa ante posibles ataques piratas. Tanto en 1579 como en 1587 se formó una milicia en La Trinidad de Sonsonate para salvaguardar el puerto de Acajutla de los ataques de los piratas Drake y Cavendish. Igualmente ocurre en 1615 para la defensa del puerto de Amapala en el golfo de Fonseca, cuando ciento cincuenta negros, mulatos y mestizos se integran a la milicia del alcalde Juan García Serrano. Hacia 1673 la provincia de San Salvador contaba con dos compañías de infantería y unidades de caballería de pardos en Sonsonate. Entre 1767 y 1769 la milicia de San Salvador tenía veintinueve compañías de mulatos, mientras que las de Sonsonate estaban conformadas por mulatos en su totalidad.

Cultura viva: Culto a san Benito de Palermo

Legados de la herencia africana en El Salvador sobreviven a través de prácticas culturales y religiosas como la veneración a Santa Ifigenia y San Benito de Palermo. Las poblaciones en las que predomina el culto por estos santos, como la villa de la Santísima Trinidad en Sonsonate y el municipio de Ereguayquín, tuvieron una numerosa presencia de africanos y mulatos, afro mestizos, durante la época colonial. Durante el siglo XVIII Santa Ifigenia fue un elemento de identidad de negros y mulatos en la zona de Sonsonate, donde se crearon varias cofradías y se bautizaron varias niñas en su nombre. El culto a San Benito de Palermo se extendió en actual El Salvador debido a la catequización de la Orden Franciscana, en cuyo monasterio en San Salvador se establece la primera cofradía en 1651. Veinte años más tarde se fundó otra cofradía en Zacatecoluca. Las referencias para la cofradía en Ereguayquín datan del siglo XVIII, sin embargo, el culto a San Benito de Palermo sobrevive allí hasta el presente y está fuertemente arraigado en las celebraciones religiosas.

Referencias

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