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En Guatemala, al igual que en los demás países de Centroamérica, se ha tratado de relegar al olvido la presencia de africanos y afro-descendientes desde la Colonia. Las ideologías nacionales y raciales de los siglos XIX y XX contribuyeron a borrar aún más esa memoria, y a generar racismo y exclusión inclusive para los nuevos migrantes afro-antillanos. Sin embargo, la memoria persiste de diversas formas: por medio del sonido de la marimba, o al escuchar la letra del Himno de San Jerónimo de Baja Verapaz que recuerda el mestizaje y las alianzas entre indígenas y africanos que sufrieron la esclavitud en el pasado.

El tráfico de africanos esclavizados hacia Guatemala data desde inicios de la Colonia, y fue importante para el desarrollo de la industria azucarera durante los siglos XVI y XVII. Es posible que los primeros africanos en llegar a Guatemala lo hicieran junto con Pedro de Alvarado en 1524. Su temprana incursión se menciona en las actas de 1530 del Cabildo de Santiago de Almalonga, poblado que fue destruido por el Volcán de Agua en 1541. El primer barco registrado hasta el momento que transportó africanos hacia Guatemala, lo hizo en 1543, trasladando a 150 africanos desde Santo Domingo hasta la costa del Caribe de Guatemala. Más tarde, en 1631, un inspector de la Audiencia de Guatemala reportó a noventa y siete hombres y niños junto con treinta y nueve mujeres y niñas, que viajaban a bordo de un barco transitando desde Angola hasta el Puerto de Santo Tomás de Castilla. Estos “angoleses” fueron destinados a los ingenios de azúcar, prominentes en los alrededores del Lago Amatitlán.

Entre 1595 y 1640, durante la unión de las Coronas española y portuguesa hubo un incremento en la migración forzada de africanos hacia las colonias españolas, alcanzando un estimado de doscientos setenta mil personas. En esta época la corona española firmó contratos o asientos con comerciantes portugueses, los que se encontraban implicados en las guerras de Angola. Como resultado, un gran número de personas, víctimas de estas guerras, fueron presa de los conflictos, quedaron atrapadas y fueron enviadas en el viaje transatlántico hacia América. Eso explica, en parte, que durante estos años un gran número de personas provenían del oeste de África Central. Para 1640, la migración de africanos hacia Guatemala disminuyó significativamente, debido a la interrupción del sistema de asientos y al cambio de relaciones entre España y Portugal. Las listas de embarque de los mercaderes esclavistas permiten determinar que la mayoría de africanos provenían de tres áreas principales: de Senegambia, Sierra Leona y Guinea; de la llamada Costa de Oro, bahía de Benín; Ouidah, del Congo, Angola, y de Mozambique.

Santiago de los Caballeros, hoy en día conocida como la ciudad de Antigua, fue la Capital del Reino de Guatemala, como se conocía al territorio comprendido entre Chiapas y Costa Rica. Por lo que era el centro político y económico de Centroamérica española durante casi tres siglos. Santiago de los Caballeros se convirtió también en un mercado primario para personas esclavizadas, de manera que entre 1544 a 1587, se trajeron y vendieron en la ciudad doscientos cuarenta y nueve africanos. Ya para 1570 se había creado en un espacio público destinado a la venta de personas. Con la creación de los asientos y de la incursión de mercaderes portugueses en el tráfico transatlántico, el número de africanos que fueron esclavizados y enviados hacia América aumentó. Alrededor de 1620, Santiago emergió como un mercado, aunque menor, para la venta de personas esclavizadas, de manera que allí se vendieron africanos que viajaban en barcos que “accidentalmente” llegaban a Trujillo o a Santo Tomás de Castilla. Entre 1610 y 1628 se reportan unos quince comerciantes esclavistas que realizaron ventas en la capital, de personas que luego eran enviadas a lo largo del territorio de Guatemala y El Salvador.

Hacia inicios del siglo XVII Santiago podría haber concentrado a más personas de origen africano que todos los ingenios y trapiches combinados. Al menos cinco generaciones de albañiles afro mestizos de la familia Porres participaron de la construcción de importantes edificios en la capital, como la Catedral de Santiago de Guatemala, el Palacio Episcopal, el Convento de San Francisco, la Capilla de San Antonio de Padua, la iglesia de Santa Teresa, entre otras. Otros africanos se encontraban trabajando en casas rurales, en plantaciones de índigo y de trigo, o en ranchos ganaderos al este de Santiago, a lo largo de la costa Pacífica, y en las inmediaciones de poblaciones mayas como Quetzaltenango. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la Orden Dominica concentró a la mayoría de africanos y afro descendientes tanto en áreas destinadas a la agricultura como en el convento en la capital, que en ese momento se localizaba en la actual ciudad de Guatemala. Después de la Orden Dominica fue la corona española la principal dueña de la mano de obra esclavizada, quienes se dedicaban a funciones urbanas administrativas.

En el siglo XVI y durante las primeras décadas del siglo XVII los negros esclavizados, muchos nacidos en África, fueron más numerosos que los mulatos esclavizados. Con el tiempo los mulatos llegaron a constituirse en mayoría en las áreas urbanas del siglo XVIII. A mitad del siglo XVI se registran los primeros negros libres en Santiago, alcanzando su mayor número en la década de 1670. La Villa de Santiago de la Gomera, en el Pacífico de Guatemala, representa uno de los casos singulares en que afro descendientes, con raíces africanas e indígenas, lograron fundar alrededor de 1612 un poblado por y para personas de herencia africana. Los habitantes de La Gomera contaban, además, con ciertos privilegios como el control de las salinas de las barras de Coyolate y Sicapate.

Las poblaciones esclavizadas fueron disminuyendo paulatinamente, producto de la prohibición de importación de personas esclavizadas en “lote”, la disminución de la población por pestes de viruela entre 1690 y 1710, y el mestizaje probablemente promovido por la posibilidad de procrear hijos libres, producto de la unión entre esclavizados y madres libres. Hacia finales del siglo XVIII la esclavitud en Guatemala era prácticamente insostenible. Los lazos familiares y las redes sociales fueron importantes mecanismos que lograron sostener la emancipación en Guatemala, los cuales además pudieron apoyarse en las estructuras legales coloniales.

La producción de azúcar

La producción de caña de azúcar en Guatemala dependía directamente de la mano de obra de migrantes forzados, africanos esclavizados. La propiedad de Juan González Donis, llamada Nuestra Señora de la Encarnación, pero mejor conocida como el Ingenio de Anís, era una de las mayores productoras de azúcar a finales del siglo XVI y el más grande de varios trapiches durante las primeras décadas del siglo XVII. Un inventario realizado en 1630 indica que ciento noventa y un personas esclavizadas, entre hombres y mujeres de todas las edades, vivían en esta plantación. Entre ellos, ciento treinta y siete tenían al menos dieciocho años de edad y dos tercios habían nacido en África (cuarenta y ocho se identificaron como angola y dieciséis como anchico o congo).

Hacia finales del siglo XVII la Orden Dominica se encontraba desarrollando ingenios de azúcar, que a lo largo de la Colonia estuvieron a cargo de abastecer a la capital con mieles para el dulce y el aguardiente. Ya para 1660 la Orden Dominica controlaba tres de los más grandes trapiches de la zona del Lago Amatitlán: San Gerónimo, el ingenio de Anís, y Nuestra Señora del Rosario. Además adquirieron cuatro ingenios más pequeños en la zona de Escuintepeque. Para 1679 el Ingenio de Anís contaba con ciento diecinueve personas esclavizadas y Rosario con ciento once. San Gerónimo llegó a convertirse en el ingenio más grande de toda América Central y fue el hogar de cientos de africanos de diferentes naciones. El único ingenio que no fue propiedad de una orden religiosa fue el de Nuestra Señora de Guadalupe, propiedad de la familia Arrivillaga. Este fue el ingenio más importante de la región de Amatitlán, con más de ciento veinte personas esclavizadas. El resto de las haciendas en Amatitlán fueron trapiches pequeños con números menores de africanos esclavizados.

Entre las muchas propiedades rurales y urbanas de los dominicos, cuatro eran de singular importancia para la producción de azúcar en Guatemala: las haciendas azucareras de San Gerónimo, San Juan, Amatitlán y Palencia, junto con el Convento Viejo en la capital, donde se preparaba el producto final y se distribuía al mercado. Los africanos y afro descendientes destinados a las labores de la producción de azúcar residían permanentemente en las plantaciones y se dedicaban a todas las etapas del cultivo de la caña, y a la producción, así como el empaque del azúcar y sus derivados.

Referencias

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