El silencio con respecto a la herencia africana en Honduras, producto de las migraciones durante la época colonial, se debió en parte a la utilización del término “ladino”, el cual neutralizaba todas las categorías raciales que terminaron distorsionándose con la construcción oficial del mestizaje en la década de 1920.
En la América colonial se identificaban a los ladinos como aquellos grupos de no blancos y no indígenas que eran hispano-hablantes, es decir, incluía a negros y mulatos, por ejemplo. En el siglo XVII los informes españoles distinguían entre españoles, mestizos, mulatos y negros, sin embargo, para el siglo XVIII los últimos tres grupos fueron clasificados como ladinos. Esta agrupación en una sola categoría terminó eliminando la heterogeneidad de la población y marginando la diáspora africana en Honduras previo a la llegada de los Garífunas en el siglo XVIII.
Las ideas del mestizaje que únicamente visibilizaban lo indígena y lo español, fueron impuestas en el discurso oficial del siglo XX, lo cual terminó por instituir la exclusión de la población afro descendiente hondureña y la negación de la herencia colonial africana. Sin embargo, la presencia africana en Honduras data de las primeras incursiones de la conquista en el siglo XVI, cuando africanos esclavizados formaban parte del séquito personal de los conquistadores españoles. Poco tiempo después, el descubrimiento de minas de plata y la escasez de mano de obra indígena generó frecuentes solicitudes de autorización, por parte de los mineros a la Corona, para la introducción de mano de obra esclavizada en cantidades mayores y “con facilidades de pago”. Los puertos de Trujillo y Puerto Cabezas, en el Caribe hondureño, fueron inicialmente los puntos de entrada y de salida de barcos, que transportaban entre otras mercancías a grupos de africanos cautivos.
Durante los siglos XVII y XVIII, un importante número de afro mestizos se encontraban viviendo en la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa, donde el comercio de personas esclavizadas tuvo importancia durante toda la colonia. Para este momento, la mayoría de personas que se vendían habían nacido en la región. Antes de la ley del vientre libre, el sistema esclavista se reproducía a sí mismo, dado que los hijos de las madres esclavizadas nacían esclavos, por lo que la descendencia de las mujeres fue importante para los españoles, ya que les permitía acrecentar capitales, asegurar la mano de obra dentro y fuera de la casa, así como pagar gastos económicos y judiciales, causando separaciones entre familias y violentando la vida de las mujeres. En el siglo XVIII Honduras era una provincia con una mayoría de población mulata y mestiza. Los datos de la Villa de Tegucigalpa indican que en 1777 los mulatos constituían el 88% de la población, seguidos por un 90% en 1783, y un 86% en 1815. El Barrio Abajo de Tegucigalpa contó con una fuerte presencia de personas de ascendencia africana, a tal grado que en el frontal de la Iglesia de la Virgen de los Dolores se puede leer la inscripción “Finalizada por los Vecinos Pardos”.
Entre 1750 y 1770 un gran número de caravalíes y mondongos esclavizados fueron llevados a Honduras para trabajar en la construcción del fuerte militar de San Fernando de Omoa, uno de los más importantes de la región centroamericana. Las amenazas militares enfrentadas por España llegaron a impulsar también la integración de mulatos en las milicias, quienes eran trasladados a sitios estratégicos como Omoa, Trujillo, Río Tinto y la isla de Roatán. Finalmente, para el siglo XIX las autoridades españolas reconocieron el papel que desempeñaron los afro-mestizos, mulatos y pardos hondureños en los movimientos independentistas en 1812 en Tegucigalpa.
La Minería
Los primeros lugares en los que se desarrolló la minería de oro y plata fueron Olancho y del Río Guayape. Dado que existía muy poca mano de obra indígena para trabajar en esta actividad, las labores fueron ocupadas por africanos esclavizados. Estos se rebelaron en 1542 y expulsaron a los españoles temporalmente. A pesar de estos episodios, para la década de 1540 las minas de Olancho fueron las más importante de la Audiencia de Guatemala, produciendo grandes cantidades de oro para la Corona Española. Se estima que en 1553 solamente, se enviaron 26400 pesos de oro hacia España. En Guayape-Olacho casi todas las labores fueron realizadas por africanos, quienes para 1545 alcanzaban las mil quinientas personas. Esta mina empezó a declinar en 1560 debido a la falta de mano de obra y al agotamiento de los recursos disponibles.
Hacia la segunda parte del siglo XVI se encontraban laborando ciento ochenta y dos africanos esclavizados y ochenta indígenas en cuatro haciendas en las minas Guazucarán y en otras siete haciendas en las minas de Tegucigalpa. Para 1580 existían en funcionamiento al menos treinta minas de plata en esta área, cuyo capital fue invertido en la compra de más africanos esclavizados, quienes fueron traídos a Tegucigalpa en gran cantidad. Las personas esclavizadas no solamente se ocupaban de la extracción de minerales, también participaron junto con los españoles en misiones de control de indígenas, en agricultura, haciendas ganaderas, labores domésticas, e inclusive en puestos de confianza como el de mayoral. Después de 1584 empieza a declinar la minería en Honduras, debido a la tecnología primitiva utilizada por los españoles, el alto nivel freático presente en el área de Tegucigalpa y la falta de capital para invertir en tecnología y mano de obra.
El Caribe de Honduras
El Caribe centroamericano no solamente figuró como un importante punto de llegada y de distribución de personas esclavizadas durante la Colonia, sino que también fue uno de los lugares de encuentro y confrontación entre el imperio español y el imperio inglés. La historia de la Mosquitia, en el Caribe hondureño, traza parte de estos conflictos y relaciones que afectaron la situación política y social de la región. Además, en la costa mosquita, las identidades no seguían conceptos de raza, sino que se conformaban con respecto al idioma, religión, ocupación y afiliación a la Corona Española o a la Corona Inglesa.
La región de la Mosquitia se extendía desde el Cabo Cameron hasta el Cabo Gracias a Dios y al sur hasta Punta Gorda. Para mediados del siglo XVII se reportan afro descedendientes en el cabo Gracias a Dios, probablemente producto del naufragio de algún barco español. Los africanos también llegaron a la Mosquitia hacia 1629, cuando los ingleses se asentaron en isla Providencia, a donde llevaron un gran número de africanos esclavizados en una medida poco antes vista en las colonias inglesas del momento. En 1641 una flota española tomó la isla que se encontraba bajo control inglés, capturando a trescientos cincuenta ingleses y trescientos ochenta y un africanos esclavizados.
La población, riqueza e influencia británica se concentraba a lo largo de la Laguna Brus y hasta el río Cameron, especialmente anclada en el asentamiento de Black River o Rio Tinto, el cual se fundó en 1730. La ubicación de Black River proveía a los ingleses con un paso seguro para la explotación maderera en la Bahía de Honduras. La cercanía de la Mosquitia con los asentamientos y fuertes españoles entrañaba un estado de constante amenaza que provenía especialmente desde Omoa, lo cual forzó a los británicos a depender de africanos esclavizados y de los misquitos para su protección. Para el año de 1757, trescientos británicos libres residían en la Mosquitia, de ellos el 80% se encontraban viviendo en Black River y la mitad eran mulatos y mestizos. Durante ese mismo año, los británicos libres tuvieron a su servicio a ochocientas personas esclavizadas, 20% de los cuales eran indígenas. La mano de obra esclavizada de la región se empleaba en la tala de madera, en la carga y descarga de navíos, el transporte de bienes y los trabajos en las plantaciones. La proporción demográfica mencionada anteriormente se mantuvo hasta 1787, momento en que los españoles forzaron la evacuación de seiscientas personas libres y mil ochocientas personas esclavizadas.
Referencias
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