La presencia de africanos y afrodescendientes en Panamá ha sido constante desde el inicio de la Conquista hasta la construcción de los ferrocarriles y el Canal de Panamá en los siglos XIX y XX.
Durante el periodo Colonial, Panamá fue una de las provincias con la más temprana exploración y asentamiento de españoles, adquiriendo rápidamente importancia para la Corona Española por ser el puente de tránsito entre el Atlántico y el Pacífico. Esta situación se acentúa especialmente después de la creación del Virreinato de Perú en 1542, pues Panamá conectaba el sistema comercial entre Perú y España. Desde las primeras incursiones de españoles al actual territorio panameño, estos traían consigo a africanos esclavizados como auxiliares militares, porteadores de armas, y encargados de las labores domésticas. Aunque es imposible estimar el número de africanos que ingresaron durante los primeros años, las cifras demográficas de 1575 indican la presencia de un 56,65% de africanos esclavizados, seguidos por 34,59% de españoles, y finalmente un 8,77% de indígenas. Sin embargo, es necesario tomar en cuenta que estas cifras no incluyen al creciente número de negros y mulatos libres que se ocupaban de una multitud de oficios manuales.
Desde las primeras décadas de la Colonia los africanos se destinaron a los lavaderos de las minerías de Concepción y Acla, a la limpieza del Río Chagres, a la pesquería de perlas en el Archipiélago de las Perlas, a la construcción y reparación de obras públicas, a las haciendas ganaderas y al transporte por el istmo. Paulatinamente, la mano de obra indígena empezó a ser reemplazada por la africana, especialmente después de la década de 1550 cuando la Corona Española ordenó eliminar el sistema de encomiendas en Castilla de Oro. A partir de ese momento, los trabajadores africanos se convirtieron en elementos esenciales para la economía colonial, de manera que solamente para la minería se destinaron en 1561 a cuatrocientos cincuenta africanos esclavizados, aumentado a mil quinientos en 1575, y a dos mil dos años más tarde.
Los inventarios de importación de personas en el siglo XVII indican que por Panamá ingresaban africanos cada año en decenas y ocasionalmente centenares. Los procesos de mestizaje que caracterizan a Panamá hoy en día, eran ya evidentes desde principios de este siglo, sobre todo en Portobelo y en Panamá, y estos vendrían a destruir la estratificación social según etnias pues tendían a la nivelación racial. Casos de la inclusión de mestizos y mulatos en las escribanías se reportan para el siglo XVII, siendo más conocido el de Manuel Botacio Grillo quien en 1623 solicitó a la Corona la autorización para examinarse de notario ante la Audiencia de Panamá, obteniendo una respuesta positiva en la segunda ocasión. Estos eventos reflejan la aceptación que gozaban algunos mulatos entre la élite panameña, sobre todo cuando contaban con destrezas, buena conducta, e influyentes vínculos familiares.
La ruta transístmica
Desde inicios de la época colonial Panamá ocupó un lugar imprescindible para la Corona Española, pues constituyó la ruta transístmica por donde se transportaban los metales preciosos, la mercadería y las personas esclavizadas. El primer paso entre el mar Caribe y el Océano Pacífico fue conocido como Camino Real de Nombre de Dios, que conectaba a Nuestra Señora de la Asunción de Panamá (ciudad de Panamá), fundada en 1519, y al puerto de Nombre de Dios en el Caribe, fundado en 1520. En 1543 se instaura el Sistema de Flotas y Ferias con el propósito de surtir a España con oro, plata y materias primas de las colonias, y de llevar a las colonias productos europeos y africanos esclavizados. Tanto en Nombre de Dios como en Panamá, durante la primera mitad del siglo XVI casi la totalidad de trabajos no especializados fueron realizados por personas de origen africano, quienes además conformaban la mayoría de la población en ambas localidades.
En 1596 el pirata Francis Drake atacó y destruyó la ciudad de Nombre de Dios, la cual carecía de obras defensivas. Producto de este ataque, de la escasa infraestructura portuaria de Nombre de Dios, y del incremento del tráfico interoceánico, el puerto se trasladó a Portobelo en 1597,y se instauró el Camino de Cruces como la ruta principal que atravesaba el istmo y conectaba a Ciudad de Panamá con la Venta de Cruces por vía terrestre, de la Venta de Cruces hasta la boca del Chagres por vía fluvial, y de la boca del Chagres a Portobelo por vía marítima. El poblado de Venta de Cruces, junto al río Chagres, contaba apenas con setenta casas, de las cuales veinte eran ocupadas por africanos esclavizados que se encargaban del transporte de las mercancías por el río. Tanto en el Camino Real como en el Camino de Cruces, los africanos y afrodescendientes esclavizados trabajaban como arrieros de las recuas de mulas.
Panamá como puerta de entrada de africanos
Dada la estratégica ubicación geográfica de Panamá, esta funcionó como un centro de actividad comercial para el mundo colonial español. Portobelo, en el mar Caribe, figuraba como uno de los puertos lícitos considerados en los asientos y firmados por el consulado de Sevilla o la monarquía española. Panamá, en el océano Pacífico, se estableció como una importante ciudad colonial dedicada al comercio y el trasiego de bienes materiales y personas a través del istmo. Con el propósito de regular el tráfico transatlántico de personas, la Corona Española optó por crear entre 1595-1789 contratos o asientos, que le permitía a un particular o a una compañía, reemplazar al gobierno español en la administración del comercio de la mano de obra esclavizada. Esta modalidad generaba una estructura de comercialización paralela al comercio regular, con representantes en los principales puertos y exoneración de las fiscalizaciones a las que eran sometidos los demás comerciantes.
Sin embargo, la eliminación de las ferias portobeleñas, la competencia exterior derivada de la apertura de Buenos Aires como plaza esclavista, y la apertura de Cabo de Hornos hizo que hacia 1770 Panamá sufriera un declive en la actividad mercantil, incluyendo la trata de personas. Asimismo, el tráfico transatlántico de africanos esclavizados disminuyó desde la década de 1760, siendo superados en número cada vez más por negros criollos, nacidos en las colonias. Para la segunda mitad del siglo XVIII la gran mayoría de trabajos fueron ocupados por personas libres, especialmente afromestizos, mulatos y zambos. Los censos de 1790-1793 indican una fuerte declinación del régimen esclavista que se acentuó con el paso del tiempo.
Los pueblos sublevados
La rebelión de africanos sometidos a la esclavitud estuvo presente en Panamá desde épocas muy tempranas del periodo colonial. Los levantamientos del siglo XVI preocuparon a las autoridades españolas y alcanzaron una gran magnitud en comparación con los movimientos posteriores. Muchas de estas rebeliones dieron paso a la formación de sociedades palenqueras sublevadas como Bayano, Portobelo y Cerro de Cabra, las cuales fueron establecidas durante la segunda mitad del siglo XVI. La diversidad étnica era una de las características de los palenques, con miembros de regiones geográficas distintas y en algunos casos de diferentes familias lingüísticas. Los primeros movimientos de africanos sublevados se dieron en Acla en 1530 cuando los mineros se rebelaron contra sus propietarios y se refugiaron en la abandonada ciudad de Santa María del Darién. Al mismo tiempo se levantaron otros africanos en el Camino Real, en la Venta de Capira, en Nombre de Dios y en ciudad de Panamá.
Entre los líderes de estos movimientos se puede mencionar al esclavo Felipillo, “capitán de negros de concha”, que inició un levantamiento en el Archipiélago del Golfo de Panamá en 1549; el esclavo Bayano que se levantó junto con otros trescientos esclavos procedentes de Cabo Verde en 1553; el capitán Antón Mandinga que tenía diecisiete años de estar sublevado para 1581, y el capitán Antón Tiguere que tenía más de cuarenta años de rebelión en 1582. En la década de 1580 se fundaron los palenques sublevados de Santiago de Príncipe, cerca del futuro Portobelo, y Santa Cruz la Real, a orillas del cerro Ancón. Ya para inicios del siglo XVI se enumeran casos de palenques como el de Yanga, el de Luis Mozambique en Portobelo, y el de Antón Mandiga en Panamá, que negociaron con las autoridades españolas el reconocimiento como pueblos libres mediante cartas de libertad colectivas.
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