La
Declaración Universal de la UNESCO sobre Diversidad Cultural fue
aprobada por unanimidad en un contexto extraordinario. Llegó tras
los eventos del 11 de septiembre de 2001, y la Conferencia General de
la UNESCO. Fue una oportunidad para los Estados para reafirmar su convicción
de que el diálogo intercultural es la mejor garantía de
paz y para rechazar firmemente la teoría del inevitable choque
de culturas y civilizaciones. Este instrumento de amplio alcance es le
primero para la comunidad internacional. Eleva la diversidad cultural
al nivel de “patrimonio común de la humanidad”, “tan
necesario para la humanidad como la biodiversidad es para la naturaleza”
y hace de su defensa un imperativo ético indisociable del respeto
a la dignidad del individuo.
La Declaración busca preservar
la diversidad cultural como, un tesoro vivo y por ello renovable, que
no debe ser percibido como un patrimonio inmutable sino como un proceso
que garantice la supervivencia de la humanidad; y para prevenir la segregación
y el fundamentalismo que, en el nombre de las diferentas culturales, santifican
esas diferencias y luchan contra el mensaje de la Declaración universal
de los Derechos Humanos.
En
las sociedades multiculturales de nuestra región, resulta indispensable
asegurar una interacción armoniosa y una voluntad de convivencia
de personas y grupos de identidades culturales a la
vez que plurales, diversas y dinámicas en el respeto a los derechos
humanos, esto es, promoviendo a través de diversas estrategia,
programas y actividades, el pluralismo en la región.