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El anhelado retorno de un portal olmeca al inframundo |
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9 julio 2023/ INAH
Existen en las novelas de misterio, o en los casos de true crime, elementos comunes: un delito que queda impune durante décadas, pruebas inconexas esperando su análisis y, finalmente, un hombre o una mujer cuyos esfuerzos no cesan hasta resolver el caso. La historia del Monumento 9 de Chalcatzingo, una escultura prehispánica que también es llamada "Portal al Inframundo", no es muy distinta.
En este orden de ideas, la víctima es el propio monolito olmeca, descubierto a inicios de 1960 y reducido prácticamente a escombros por traficantes de arte, quienes tras comprarlo mediante engaños al campesino que originalmente lo encontró, comenzaron a golpearlo con grandes mazos desde su cara posterior.
La finalidad era que, sin impactar en las tallas de su perfil frontal, se pudiera aligerar su peso de más de una tonelada y reducir su altura de 1.80 metros, para que fuera más sencillo cruzar la frontera del río Bravo y buscar un comprador en Estados Unidos.
Y aunque así sucedió, por fortuna también hubo alguien que con pasión detectivesca siguió todas y cada una de las “migas de pan” dejadas por el elemento ausente: Mario Córdova Tello, el investigador en Morelos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que leyó por primera vez del Monumento 9 hace 25 años.
En sus manos había caído el libro Ancient Chalcatzingo (1987), en cuya portada se presenta en blanco y negro, como si se tratara de una ficha de búsqueda pegada en los muros de una estación de policía, la fotografía del monolito secuestrado.
El autor de esa obra era David Grove, un arqueólogo cuya vida estuvo totalmente ligada a Chalcatzingo, no solo porque estudió el sitio prehispánico durante décadas, volviéndose su más importante referente académico, sino también porque, en lo tocante al Monumento 9, fue el responsable de describirlo y darlo a conocer en 1968.
Grove, quien vio la pieza en la primera de las varias exposiciones para las que cínicamente fue ‘prestada’[1], analizó su estilo y lo vinculó con otros petrograbados y objetos escultóricos chalcatzincas.
En un artículo que escribió después de aquel encuentro y que publicó en American Antiquity, consignó que el sustrato de la pieza –ya entonces rearmada– era la granodiorita; material idéntico al de los cerros Delgado y Chalcatzingo, el par de peñas que dominan el paisaje del pueblo morelense.
Con esta doble confirmación del origen de la pieza, Córdova se dio a la tarea de formar un expediente que creció año con año, y que terminó por consignar todos los datos científicos del Monumento 9, así como las huellas que había dejado a su paso en Norteamérica... Huellas que, en los albores de este siglo XXI, se habían vuelto más sigilosas y cuidadosas.
Dicho expediente, de hecho, fue la pieza clave que los equipos legales de la Coordinación Nacional de Asuntos Jurídicos del INAH, de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y de la Unidad de Tráfico de Antigüedades del distrito fiscal de Nueva York usaron para probar que se trataba de un bien patrimonial sustraído ilegalmente de México.
Para entonces, expertos del Centro INAH Morelos también habían contribuido a la investigación, mediante la realización de entrevistas etnográficas con los adultos mayores de Chalcatzingo, a fin de indagar en los relatos orales, sobre dónde y cuándo había ocurrido el hallazgo de la colosal pieza precortesiana.
De manera irónica, tras este seguimiento de 25 años, y de un proceso legal que requirió de ocho meses de trabajo coordinado entre autoridades México y Estados Unidos, uno de los últimos escollos, ya que la pieza había sido confiscada, era que Córdova Tello no tenía visa estadounidense.
En un contexto en el que estos permisos de viaje han prolongado su entrega como un efecto de la pandemia de la COVID-19, el arqueólogo se topó con citas disponibles hasta 2025. No obstante, gracias a la intervención de las autoridades diplomáticas, se hizo una excepción para permitir que, en tres días, el documento fuera entregado al investigador.
De-vuelta a México
El 19 de mayo de 2023, autoridades de la SRE, del Consulado de México en Nueva York y del INAH, entre ellos Mario Córdova, acudieron al Aeropuerto Internacional de Denver, Colorado, para la entrega-recepción oficial del Monumento 9.
Previo a este acto, la restauradora Ana Bertha Miramontes Mercado, adscrita a la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCP), había viajado a la unión americana para dictaminar el estado de conservación de la pieza, luego de su confiscación.
Su diagnóstico fue que el Monumento 9 guardaba un buen estado de conservación[2] y era factible su traslado aéreo. Con esta aprobación, se instruyó la creación de guardas plásticas y de madera diseñadas para proteger a la pieza de cualquier movimiento durante el viaje entre las ciudades de Denver, en Estados Unidos, y Cuernavaca, en Morelos, México.
Así, a las seis de la tarde de aquel 19 de mayo, a bordo de un avión Hércules de la Fuerza Aérea Mexicana, el “Portal al Inframundo”[3] remontó los cielos mesoamericanos y arribó al Aeropuerto Internacional de Morelos a las 11 de la noche. De inmediato fue llevado al Museo Regional de los Pueblos de Morelos (MRPM), en donde se liberó de sus plásticos de protección para que tuviera tiempo de rehabituarse al clima morelense.
Reportaje íntegro en este enlace
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