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   MAPA DE CUBA
 
 

INTRODUCCIÓN

La esclavitud, como fenómeno social, es una de las mayores tragedias humanas que se conocen, las trazas de opresión, violencia y desgarramiento sociocultural de pueblos, naciones y de todo un continente perduran por siglos. De todas las formas en que se manifestó la esclavitud en el mundo, particular matiz alcanzó el comercio de esclavos africanos por las potencias europeas para su utilización como mano de obra en el nuevo mundo entre los siglos XVI y XIX.

Cuba fue una de las primeras  colonias a las que  llegaron los esclavos africanos, motivado por la temprana extinción de la población indígena a manos de los colonizadores españoles y la creciente necesidad de explotar las nuevas tierras conquistadas.

El período comprendido desde finales del siglo XVI hasta principios del XVII, se considera la etapa de introducción de la esclavitud africana en Cuba.  Ante la falta de fuerza de trabajo para continuar la colonización, los españoles comenzaron a traer pequeñas cantidades de esclavos africanos a través de la Real Compañía de Comercio de las Indias, al mismo tiempo que realizaban esporádicas compras a comerciantes negreros ingleses.  Pronto estas cantidades resultaron insuficientes ante el desarrollo de las plantaciones de azúcar y café.

El crecimiento económico de la Isla  a  finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX, constituye una segunda etapa en el desarrollo de la esclavitud en Cuba.  La demanda de mano de obra crecía, y los esclavos se hicieron necesarios en los cientos de ingenios y cafetales que iban surgiendo a lo largo de toda la isla. Las áreas  de mayor presencia de esclavos se concentran  en la zona occidental  azucarera de la llanura Habana-Matanzas y las zonas cafetaleras montañosas de  la Sierra del Rosario en Pinar del Río y del Oriente cubano. El trabajo esclavo no solo se utilizó  en las plantaciones sino también en la construcción de  caminos, vías férreas,  almacenes, y en la realización de  labores domésticas entre muchas otras ocupaciones.

Entre 1503 y 1873 fueron transportados hacia Cuba desde las costas africanas, o revendidos desde las Américas y el Caribe, más de un millón y medio de africanos esclavizados, si consideramos la trata clandestina que creció vertiginosamente desde 1820.

La amplia diversidad étnica de la presencia africana en Cuba tuvo un carácter muy desigual debido a las variaciones históricas de las zonas de captura de esclavos, a las irregularidades de los enclaves de venta y puertos de embarque y especialmente a las pugnas de las potencias europeas para controlar el tráfico. Sin embargo, desde la primera mitad del siglo XVI hasta el presente, se han localizado más de 1200 denominaciones de esclavos (africanos y criollos) cuya inmensa mayoría (95,33 %) proceden del sur del Sahara, en menor medida de las Américas y el Caribe (3,77 %) y del Norte de África y Europa (0,90 %).

De las anteriores denominaciones se han podido identificar y clasificar 86 etnónimos propiamente subsaharianos, los cuales se corresponden con cinco zonas:

I. La zona situada entre Cabo Blanco y Cabo Las Palmas, correspondiente a los territorios actuales de  Mauritania, Cabo Verde, Senegal, Malí, Gambia, Guinea-Bissau, Guinea, Sierra Leona y Liberia. Se hacen referencias a las denominaciones genéricas de Guinea, Gangá y Mandinga.  Se han identificado 28 grupos.

II. La zona de la Costa de Oro, correspondiente a los territorios actuales de  Costa de Marfil, Ghana, Burkina Faso y Togo. Se hace referencia a la denominación genérica de Mina.  Se han identificado 7 grupos.

III. La zona de la Costa de los esclavos (Ensenada de Benin), correspondiente a los territorios actuales de  Nigeria, Benín, Togo y el este de Ghana. Se hacen referencias a las denominaciones genéricas de Arará, Carabalí y Lucumí. Se han identificado 19 grupos.

IV. La zona entre Cabo López y Cabo Negro, correspondiente a los territorios actuales de Gabón, Congo, República Democrática del Congo y Angola. Se hace referencia a la denominación genérica de Congo. Se han identificado 26 grupos.

V. La zona de la Costa Oriental, entre Mombasa y Zitundo, correspondiente a los territorios actuales de Tanzania, Mozambique, Malawi y Kenya. Se hace referencia a la denominación genérica de Macuá. Se han identificado 4 grupos.

Aunque la zona I representa más de un tercio de la diversidad de etnónimos, los nexos históricos y comerciales durante la trata moderna de esclavos entre las zonas III y IV constituyen más de la mitad en la diversidad de etnónimos identificados, lo que se relaciona muy directamente con la mayor intensidad de los influjos culturales procedentes de las cuencas fluviales de los ríos Níger y Congo, respectivamente.

Muchos de los referidos etnónimos, debido a la escasa representación cuanti-cualitativa de africanos, no han trascendido a la cultura nacional cubana a causa de múltiples razones: su presencia excepcional o muy escasa, la temprana mortalidad, la discontinuidad inmigratoria, la baja o nula reproductividad biológica, la disolución por asimilación en el contexto de los barracones de esclavos con mayor representatividad étnica de otro u otros grupos, los matrimonios mixtos en los que predominan mujeres nacidas en Cuba, y la ausencia de asociabilidad institucional en el contexto urbano.

Por el contrario, la constante e intensa representación cuanti-cualitativa de grupos humanos identificados genéricamente como arará, congo, carabalí y lucumí ha tenido una influencia predominante en la conformación de la herencia africana en la cultura nacional de Cuba; especialmente a través de la asociabilidad institucional de los cabildos de africanos y descendientes, que a su vez sirvieron de base para la formación de redes de familias religiosas con un carácter abierto a la participación social de sus cadenas intergeneracionales y del resto de la población cubana.

De manera análoga, el comercio de esclavos al interior de Cuba fue también muy desigual, pues las grandes plantaciones de la zona centro-occidental y desde mediados del siglo XIX los cafetales de oriente, siempre necesitaron más fuerza de trabajo que en otras regiones vinculadas con la ganadería, la minería, la agricultura de subsistencia y la esclavitud urbana. Los censos de la época colonial reflejan un mayor volumen de población esclava hacia la mitad occidental de la Isla respecto a la otra mitad, lo que obviamente se refleja en las influencias de tipo sociocultural.

En las áreas urbanas la temprana formación de cabildos de africanos y descendientes por grupos de procedencia constituyó nichos sumamente importantes para la preservación de múltiples rasgos de origen africano que a través de sus primeros descendientes pasaron como legado a la cultura nacional.

LEGADO A LA CUBANÍDAD

MATERIAL

El legado material de la esclavitud en Cuba es casi tan vasto como el universo de bienes coloniales llegados a nuestros días, la mano de obra esclava estuvo presente en casi toda la actividad productiva de la isla: café y azúcar principalmente, tabaco y ganadería en mucho menor medida, también estuvo presente en la construcción de caminos, ferrocarriles, templos, fortificaciones y como servidumbre de la aristocracia isleña. Perduran además sitios históricos, arqueológicos y naturales vinculados con este fenómeno y asentamientos poblacionales con una rica presencia africana y con una profusa expresión en sus manifestaciones culturales.

La realización del Inventario de la Ruta del Esclavo en Cuba en el 2001, representó un paso significativo en la identificación y protección de este legado, hoy se han catalogado 775 bienes, de los cuales 16 son Monumentos Nacionales, 14 Monumentos Locales y 10 Zonas de Protección. De los sitios cubanos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al menos tres son testimonios excepcionales de este legado.

VIVO

En el ámbito religioso hoy es posible identificar el legado de los pueblos del área del Congo a través de la regla de palo o palomonte; de los Ewé-Fon a través de la regla arará; de los Yoruba a través de la regla de ocha o santería, el sacerdocio de Ifá y el culto Iyesá; de los Ekoi, Ibibio, Ibo e Ijaw (Ijo) a través de las sociedades masculina abakuá, de los Bulom a través del culto gangá, ya mezclado con santería; y de Haití a través del vodú, también muy mezclado con otros cultos locales.  De esta herencia se deriva la tradición de formar familias religiosas que envuelven a las relaciones consanguíneas y de afinidad, pues obedecen a los procesos de iniciación. Al mismo tiempo estas prácticas religiosas, independientemente de sus nexos con el catolicismo, tienen carácter incluyente, lo que hace posible una mayor libertad de culto en el sentido electivo de los practicantes, a diferencia de las religiones eclesiásticas.

De estas prácticas religiosas también se derivan múltiples instrumentos musicales, que incluyen todos los saberes relacionados con la terminología, las técnicas de construcción, modos de ejecución, usos, funciones musicales y sociales, conjuntos instrumentales y sus repertorios, que se vinculan con actividades tanto religiosas como festivas no religiosas. De acuerdo con el orden anterior, los ritos del palomonte se relacionan con los tambores yuca, kinfuiti, makuta, de bembé, juegos de cajones y sus correspondientes conjuntos instrumentales; la regla arará se relaciona con los tambores arará, que aun conservan según el registro sonoro sus denominaciones de origen africano como asojún o sajún (el muy grave), aplintí o plintí (el grave), achebolisa o sebolisa (el medio) y akuebí (el agudo), entre varias denominaciones; la regla de ocha o santería, el sacerdocio de Ifá y el culto Iyesá se relacionan con los juegos de tambores batá, olokun, iyesá, dundún y el conjunto de güiro, abbe o chequeré; las ceremonias de las sociedades masculina abakuá se vinculan con el conjunto instrumental biankomeko; el culto gangá se relaciona directamente con el conjunto de tambores gangá; y el vodú y su entorno sociocultural se relacionan con los conjuntos instrumentales de radá y nagó.  De igual manera, las sociedades de Tumba Francesa poseen sus respectivos conjuntos instrumentales.

Todas estas manifestaciones son portadoras de un amplio repertorio danzario, vestuarios propios de las actividades religiosas y múltiples representaciones escénicas, que pueden estar limitadas al contexto espacial de las casas templo y recintos de consagración, o bien son proyectadas artísticamente a través de grupos profesionales o de aficionados.

Estas manifestaciones religiosas conservan, como parte del léxico religioso, remanentes lingüísticos africanos muy bien identificados. Por ejemplo: el legado lingüístico kikongo resulta ampliamente estudiado en la regla de palo o palomonte; de igual manera los remanentes Ewé-Fon se conocen a través de la regla arará; de los Yoruba, especialmente las variantes Oyó e Iyesá, se conocen a través de la regla de ocha o santería, el sacerdocio de Ifá y el culto Iyesá; remanentes del efik, propio de los Ibibio, también se emplean en los ritos de las sociedades masculina abakuá. Múltiples términos han pasado a la variante cubana del español hablado en diversos sectores sociales.

Las anteriores prácticas religiosas identificadas por su origen africano poseen un conjunto de características como el antropocentrismo, las entidades vivas, las ofrendas rituales, la comunicación con el mundo sobrenatural (oráculo, posesión, mensajes oníricos y agüeros o augurios), el sincretismo, el paralelismo por analogía y la moral mimético-adaptativa, entre otras, acompañadas de un amplio cuerpo simbólico: representaciones, objetos, colores, materiales, espacios y tiempos rituales, que han trascendido hasta nuestros días en el universo cosmovisivo de los practicantes; es decir, en sus valores éticos. Parte de las propias ofrendas rituales, para deidades y practicantes, son las comidas y bebidas que se confeccionan según las normas establecidas pero que también han trascendido a la dieta habitual de creyentes y no creyentes.

Las propias prácticas religiosas también ponen en evidencia una rica tradición oral que se manifiesta especialmente en cuentos, mitos, leyendas, fábulas, refranes, agüeros y conjuros que han sido estudiados con muestras locales y nacionales. Esas ideas y expresiones religiosas también se manifiestan mediante objetos artesanales del más variado alcance simbólico y diversidad morfológica.  Todo este legado cultural enlaza de modo indisoluble los objetos e imágenes representativas con los saberes en cuanto a sus significaciones, interpretaciones, valores, empleo, manejo y transmisión a las nuevas generaciones.

GESTIÓN:

El legado africano como herencia cultural de nuestra nación es objeto de atención por el Estado, la cultura cubana en toda su amplitud es una prioridad refrendada en la Constitución de la República.

La política de protección de nuestro patrimonio cultural está sustentada en un conjunto de herramientas jurídicas y una red de instituciones que investigan, protegen, rescatan y promocionan nuestro patrimonio cultural. La legislación cubana permite la protección del patrimonio cultural material e inmaterial a partir de la Ley No. 1, “Ley de protección del patrimonio cultural de la nación”, la Ley No. 2, “Ley de los Monumentos Nacionales y Locales”, Ley No. 23, ‘Ley de los Museos Municipales y la Resolución No. 126 del Ministerio de Cultura, la cual crea la Comisión para la Salvaguarda  del Patrimonio Cultural Intangible.

La red de instituciones que velan por la conservación de este legado  alcanza los 169 municipios del país, incluye al menos un museo, una casa de cultura y una biblioteca como parte del conjunto de instituciones culturales en cada territorio, además de una gran variedad de entidades nacionales especializadas en temas específicos de la  africanía en nuestra cultura, como el Museo de la Ruta del Esclavo por solo citar un ejemplo.

Finalmente, la transmisión de este colosal aporte  cultural a las nuevas generaciones es objeto de atención también. Una muestra elocuente lo constituye el proyecto educativo Rompiendo el Silencio convocado por la UNESCO, el cual se ha venido implementando satisfactoriamente en varias escuelas del país. El vínculo museo escuela ha sido otra vía efectiva de acercamiento de los educandos a la historia local; tal vez la experiencia más sublime de esta fructífera relación está en La Habana Vieja, donde cada museo cuenta con un aula.

Diversas personalidades y agrupaciones que cultivan el legado africano en el contexto nacional han sido objeto de reconocimiento por la obra de vida, sus actividades artísticas o por el trabajo de investigación y gestión.

De modo que la conservación del legado cultural africano es un sistema a donde tributa la base jurídica para su protección, una vasta red institucional y toda la sociedad en su conjunto que a través de la investigación, identificación, protección, promoción y transmisión garantiza su futuro.